¿Se imaginan si cerraran algunas de las cárceles de América Latina por falta de presos?
Esto es lo que viene ocurriendo en Suecia en los últimos años y ha causado que tanto los países desarrollados como en desarrollo miren al modelo penitenciario sueco con admiración y recelo.
Viví durante 5 años en Estocolmo, una ciudad rodeada de naturaleza y lagos, donde la tradición de tomar un café (o fika como se dice en sueco) es sagrada y donde la seguridad con la que uno puede transitar por sus calles tanto de día como de noche fue algo tan novedoso como aprender sueco. Dejar la laptop en la mesa de un café mientras se va al baño, o que un desconocido se acerque a devolverte la tarjeta que te olvidaste en el cajero automático fueron algunas de las experiencias que me tocó vivir en Estocolmo.
Suecia tiene 9,7 millones de habitantes en un territorio con la mitad del tamaño de Argentina. Con inviernos oscuros y fríos que pueden durar hasta 6 meses, el país nórdico figura continuamente en los primeros puestos de desarrollo humano. Sus tasas de homicidio también están entre las más bajas del mundo, con 0,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, en comparación al promedio latinoamericano de 25. A pesar que entre 2011 y 2012, la tasa de crimen en Suecia se incrementó (principalmente por aumentos en crímenes relacionados con drogas, fraude y asaltos), las cárceles están cerrando.
¿Como se explica este fenómeno?
Entre 2011 y 2012, hubo una reducción del 6% en la población carcelaria. Hoy en día, hay poco más de 4.000 reclusos, lo que ha llevado al cierre de las cárceles de Åby, Håja, Båtshagen, y Kristianstad, y de un centro de detención.
Parece que la explicación más simple es que las cárceles suecas no son instituciones de castigo, sino de rehabilitación. El director del sistema penitenciario sueco, Nils Öberg, comentó en una nota realizada por The Guardian: “Nuestro rol no es castigar. El castigo es la sentencia de prisión. Los convictos han sido privados de su libertad. El castigo es que ellos estén con nosotros.”
Otra explicación se encuentra en cambios en el sistema de justicia criminal sueco que introdujeron penas de corta duración para delitos relacionados con drogas. Para algunos, estas medidas no son políticamente concebibles.
Las cárceles suecas son lugares con un marcado contraste respecto a las de Estados Unidos y América Latina. No existe sobrepoblación o hacinamiento, los reclusos sirven sentencias que raramente exceden los 10 años, y la tasa de reincidencia están entre las más bajas del mundo: se estima que un 25-40% de los reclusos vuelve a prisión entre el primer y tercer año de haber cumplido su condena. En EE.UU., un estudio encontró que más del 60% de los reclusos reincidieron dentro de los 3 primeros años de haber terminado su condena. Suecia fue el primer país en Europa en introducir el brazalete electrónico para aquellos sentenciados a 6 meses de prisión o menos.
Por sobre todas las cosas, el sistema penitenciario sueco está pensado para evitar la encarcelación cada vez que sea posible. En su lugar, se intenta implementar medidas alternativas como la libertad condicional, el monitoreo electrónico, las sentencias condicionadas con servicios comunitarios, y libertad condicional con servicio comunitario, entre otras medidas.
Sería injusto comparar la situación sueca con las cárceles de América Latina y el sistema de justicia criminal en la región. Como se mencionó en otro post, la inseguridad y violencia en América Latina es una anomalía. Pero si se pueden extraer importantes lecciones de la experiencia nórdica que podrían aplicarse en nuestra región:
- Programas de rehabilitación: muchos atribuyen el éxito del sistema sueco a la inversión realizada en programas de rehabilitación, en especial programas de tratamiento para adictos a las drogas y al alcohol, y programas de estudio y trabajo durante la duración de la sentencia. En México, los Tribunales de Tratamiento contra las Adicciones (TTA) proveen un ejemplo de rehabilitación de adictos. Este modelo será evaluado por el BID para verificar su efectividad.
- Implementación de alternativas al encarcelamiento: el uso del brazalete electrónico ha sido probado no solo en Suecia sino en muchos otros países, con resultados mixtos. Sin embargo, hay evidencia promisoria sobre su uso para reducir la tasa de reincidencia.
América Latina y el Caribe tienen la oportunidad de cambiar su actual situación penitenciaria y aliviar no solo al sistema de justicia criminal sino de darle una cara más humana a la situación en la que se encuentran las personas privadas de la libertad.
Fuente: http://blogs.iadb.org/