Columna de opinión: Cambiar el significado de basura
Macarena Guajardo Mavroski | Directora Ejecutiva | Fundación Basura
Si te pidieran que dibujaras una casa, ¿Cómo la harías? Muchos de los lectores deben haber imaginado un cuadrado con dos ventanas, una puerta y una chimenea en su techo. Esto se debe a que, desde niños, solemos asociar conceptos con imágenes prestablecidas que utiliza la sociedad para facilitar la comprensión y el lenguaje. Pero, ¿realmente nos preguntamos cuál es su significado? Todas las palabras tienen ciertas connotaciones y la palabra “basura” no es una excepción. La mayoría de las personas imagina una bolsa negra, pestilente y con algunas moscas rondándola. Si nos preguntan su significado, contestamos que se refiere a objetos que “ya no sirven”. Por otra parte, cuando hablamos de “medio ambiente” imaginamos un bosque, tal vez un lago y muchos animales revoloteando con alegría. Nunca pensamos en nuestro barrio, comuna o ciudad como tal.
Esta disociación ha llevado a nuestro mundo -y a nosotros mismos- a sufrir una serie de impactos extremadamente graves a nivel ambiental, económico y social, siendo este último el menos evidenciado. Y es que en nuestro día a día no pensamos más allá de lo que tenemos en nuestras manos. ¿Qué pasa con la basura una vez que se la lleva el camión? ¿De dónde vienen realmente nuestros objetos y los materiales que los componen? Estamos acostumbrados a ocupamos por el presente y por nuestras necesidades inmediatas sin pensar en lo que pasará después.
La respuesta a estas interrogantes se hace evidente cuando analizamos la manera en que nuestra sociedad funciona. Estamos acostumbrados a trabajar mediante un ciclo lineal donde todos los objetos son fabricados, consumidos y desechados. Para fabricar nuevos objetos debemos recurrir a la naturaleza, extraer nuevas materias primas y gastar más energía y recursos. El ciclo lineal sumado al incremento poblacional y a la rapidez con que aumenta el consumo humano, nos está llevando a agotar los recursos naturales disponibles tanto para nosotros como para las generaciones futuras. Luego, desechamos estos objetos y los enviamos a rellenos sanitarios o vertederos ilegales, donde se acumulan y permanecen inertes por cientos de años, contaminando nuestras aguas, afectando a los seres vivos y disminuyendo la calidad de vida de muchos habitantes dado que la basura aumenta la sensación de inseguridad, atrae delincuencia y genera deterioro anímico, entre muchos otros impactos negativos.
Afortunadamente Chile ha comenzado a avanzar. Con la reciente promulgación de la Ley de Fomento al Reciclaje y Responsabilidad Extendida al Productor se sientan las bases para una nueva manera de entender a la basura como un recurso que debe recuperarse porque sí tiene valor económico, generando un impacto positivo a nivel ambiental y social.
Sin embargo, no basta con sólo reciclar. Una vez que comprendemos que el concepto de basura está arraigado a nuestra cultura entendemos que es necesario comenzar a cambiarlo. Esto no es una cuestión que el Ministerio del Medio Ambiente deba fomentar y enfrentar de manera individual. El medio ambiente suele entenderse como un concepto de elite, donde sólo pueden acceder ciertas personas porque es un lujo y no una necesidad básica, cuando en realidad es la necesidad más básica de todas. Si el agua y el aire no están limpios, no podemos vivir ni respirar. El cuidado del medioambiente ya no puede seguir siendo entendido como una opción. Debe ser una obligación, una temática transversal a todas las disciplinas, culturas y generaciones; donde todos los ministerios tengan algo que decir, siendo de suma importancia la participación el Ministerio de Educación, comenzando por cambiar el concepto de “algo que no sirve” por uno de “recurso útil” en todo momento. Necesitamos cambiar el sistema lineal por uno circular, donde las empresas diseñen, por una parte, objetos que puedan ser recuperarlos una vez finalizada su vida útil. Por otra parte, los consumidores podemos hacer mucho más que separar la basura y llevarla al punto limpio. Podemos también ser creativos y reutilizar. Podemos comenzar a compostar nuestros residuos orgánicos (que equivalen a alrededor de un 50% de la basura que generamos). Aquí es donde nos preguntamos, ¿por qué este tipo de residuos no son abordados en la ley? ¿Cuándo se generarán incentivos para la creación de plantas de compostaje que nos permitan hacernos cargo de un residuo que genera gas metano en su descomposición, el cual es alrededor de 25 veces más dañino que el Dióxido de Carbono y, por ende, extremadamente influyente para el calentamiento global y cambio climático?
Comencemos a comprender que estamos en este mundo y tenemos la capacidad de mejorarlo. Si queremos seguir viviendo en él, encontremos un equilibrio. Generemos nuevas políticas que incentiven el rediseño y creación de objetos realmente sustentables, rechacemos prácticas como la incineración, que fomenta el ciclo lineal de uso y desecho y que, al mismo tiempo, compite con el reciclaje, disminuyamos impuestos a actividades de reparación, legislemos para que las empresas etiqueten sus productos para informar a los consumidores sobre cómo gestionarlos de manera sustentable, entre muchas otras iniciativas.
Necesitamos tomar a la naturaleza como guía para el cambio cultural y comenzar a transformar nuestra sociedad en una más sustentable, para los que estamos y los que vendrán.
Columna de Opinión por: Macarena Guajardo Mavroski, directora ejecutiva de Fundación Basura, Chile.