Es una calurosa mañana de agosto en el centro de Barcelona. Mientras varios comerciantes se desperezan para abrir las persianas de sus negocios, decenas de niños y niñas se aglomeran ansiosos en una fila discontinua frente al Casal dels Infants del Raval. En breves instantes se abrirán las puertas y todos ellos disfrutarán de actividades recreativas y, también, de una comida que, por norma general, no suelen tener en sus hogares.
“En los últimos dos años hemos duplicado el número de menores que acuden al centro”, afirma Enric Canet, responsable de relaciones ciudadanas del Casal, una asociación no gubernamental y no lucrativa que trabaja desde 1983 en Barcelona. Explica que estos niños vienen de familias que no tienen recursos para atender a sus hijos durante el día, y llevándoles allí le garantizan el desayuno, comida y merienda.
Tratándose de un país desarrollado como España, esta realidad puede resultar un tanto chocante, pero lo cierto es que en los últimos años la tasa de riesgo de pobreza infantil ha crecido de forma preocupante: pasó del 24,1% en 2008 al 27,5% en 2014, según datos de UNICEF, uno de los porcentajes más elevados de la Unión Europea.
Entre las explicaciones más plausibles que suelen dar los expertos aparecen el desempleo estructural y las débiles políticas sociales de protección de los niños, ambas acentuadas por la crisis económica que golpeó duramente al país.
En contraste, al otro lado del Atlántico, a más de 7.000 kilómetros de distancia, América Latina –aunque todavía rezagada- lleva una década mejorando los indicadores sociales más importantes, entre ellos el de pobreza infantil, que se redujo del 55,3% en 2000 al 40,5% en 2014, según la CEPAL.
Ante esta realidad, ¿podría aprender España de los ejemplos exitosos en reducción de pobreza infantil de países latinoamericanos?
«El primer paso para reducir la pobreza infantil es saber quiénes son y dónde están los niños y niñas vulnerables, para lo que se necesitan sistemas de medición eficientes. Aunque aún queda camino por recorrer, varios países latinoamericanos los crearon y gracias a ello implementaron políticas públicas exitosas», explica Zafer Mustafaoglu, economista del Banco Mundial.
Ayudas directas
Entre estas políticas destacan las denominadas “transferencias condicionadas de dinero”, que consisten en dar efectivo directamente a las familias más pobres con la única condición de que lo gasten en la educación y la salud de sus hijos.
Según cálculos del Banco Mundial, en 18 países de América Latina y el Caribe, 129 millones de personas -casi el 25% de la población- se benefician de este tipo de iniciativas. Estas transferencias buscan, por un lado, proveer el ingreso y, por otro, crear oportunidades de trabajo.
Uno de los ejemplos más ilustrativos es el de Brasil, que a través deBolsa Familia, logró reducir a la mitad la pobreza (del 9,7% al 4,3%), debido a su vasto alcance y cobertura, unos 50 millones de brasileños de bajos ingresos, la cuarta parte de la población. Con el programa, los padres de familia reciben una cantidad de dinero fija cada mes (en este caso R$70, unos 30 dólares) a cambio de que envíen a sus hijos a la escuela y cumplan con diversos controles de salud.
En Argentina, la Asignación Universal por Hijo ha abarcado a 3,7 millones de niños desde 2009. Con las ayudas directas a las familias se pretende asegurar que los niños y adolescentes asistan a la escuela, se realicen controles periódicos de salud y cumplan con el calendario de vacunación obligatorio.
Este tipo de ayuda directa también se aplicó exitosamente en México, Colombia, Ecuador y la República Dominicana y, según UNICEF, la incorporación de una ayuda universal por hijo en España supondría una reducción de la pobreza infantil de hasta un 7%.
Más empleo, más educación
Para la reducción de la pobreza infantil en América Latina en la última década también fue determinante la creación de 35 millones de puestos de trabajo adicionales o la incorporación de 70 millones de mujeres a la fuerza laboral. Con ello subió la calidad de vida de millones de familias, y también la de los niños y niñas de la región.
La educación también juega un rol fundamental. A pesar de la tendencia positiva de algunos de los indicadores educativos, los altos niveles de fracaso escolar (el 23,1% de los alumnos acaban ESO sin obtener la titulación, 25% en 2010), y el abandono educativo temprano (el 23,5% no continúan los estudios tras la ESO, 28% en 2010) es otra de las causas que explican el repunte de la pobreza infantil en España.
Paralelamente, en América Latina la tasa de deserción escolar en educación primaria pasó del 13% en 2000 al 8,3% en 2010, según la Unesco.
A pesar de todo esto, América Latina es una región de contrastes y las tasas de pobreza infantil varían radicalmente según el país. Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay, por ejemplo, tienen tasas de alrededor del 20%, mientras que Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú tienen un promedio de 72%, de acuerdo a la Cepal.
“Es necesario brindar educación a los niños e implementar políticas de promoción de los ingresos a través de transferencias, y también a través de la creación de oportunidades de trabajo. Al final, el ingreso laboral es el factor más importante para reducir la pobreza”, opina Mustafaoglu.
Fuente: Elpais.com