“Las señales que la ciudadanía nos está dando no pueden seguir obviándose. Las respuestas solo saldrán de un gran acuerdo territorial”.
De acuerdo con el último informe del Barómetro Regional elaborado por el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad Católica del Norte, el alto costo de la vida y la pobreza, junto con la percepción de corrupción, el mal uso de los recursos o negociaciones indebidas, aparecen como las principales preocupaciones de los antofagastinos a nivel regional y nacional.
No se trata de inquietudes nuevas o sorprendentes. Todas son de larga data, por lo que debiéramos apuntar con claridad de que se constituyen en deudas pendientes y cuya raíz podría estar en la falta de previsión, cierta incapacidad de la gestión pública y privada, la indolencia para hacernos cargo de tantos déficits y reclamos o incluso la “normalización” de estas situaciones.
¿Cuáles son las principales preocupaciones de los antofagastinos?: a nivel regional, el citado alto costo de la vida; el centralismo y “abandono de la región por las autoridades”; la delincuencia y narcotráfico; la inmigración; la contaminación y la desigualdad, entre otros; todos los cuales aumentaron su frecuencia de respuestas en relación con el año 2020.
Los antofagastinos, calameños, mejilloninos, taltalinos y tocopillanos, reclaman calidad de vida, áreas verdes, parques, zonas de esparcimiento, juegos, seguridad, descentralización, salud, mejor educación y mejores trabajos, conectividad, cultura y espacios comunitarios.
A nivel nacional, se asume que los tópicos principales son la corrupción, la clase política y la delincuencia.
Como puede observarse, no hay demandas imposibles de resolver. Ciertamente, no son fáciles, pero se trata de asuntos fundamentales para recomponer tanto las confianzas deterioradas como la calidad de vida de los habitantes. El contexto es cuesta arriba, pues el 58% de la población encuestada se encuentra “insatisfecha” o “muy insatisfecha” con el desarrollo de la localidad donde vive, vale decir, estamos contra el tiempo y por tanto urge hacerse cargo de estas demandas.
Ciertamente, la calidad de vida de nuestras ciudades está bajo permanente cuestionamiento con fundamentos objetivos: falta de viviendas, carencia de bienes de uso público y conectividad, por nombrar algunos aspectos. Es un asunto que debemos resolver de raíz en tanto afecta la imagen interna y externa, y repercute en nuestros estados de ánimo, vinculación afectiva con el territorio y en la capacidad de retener y atraer talento.
Es cierto, las encuestas y estudios de opinión son como las fotografías: capturan un instante de una realidad que siempre es compleja y en cambio permanente. Sin embargo, una suma de imágenes, constante en el tiempo, resulta más contundente y coherente, que es lo que permite el Barómetro que es desarrollado desde 2006.
Las señales que la ciudadanía nos está dando hace mucho tiempo no pueden seguir obviándose y las respuestas solo saldrán de un gran acuerdo territorial que es cada vez más urgente y para lo cual los diferentes actores sociales de la región tenemos capacidad para llegar a consensos y diseñar soluciones.