Género y políticas públicas: ¿Hacia dónde vamos?
En el marco de una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la socióloga y directora alterna del Instituto de Políticas Públicas – Coquimbo de la Universidad Católica del Norte, Daniela Henríquez, se refirió a la situación en la que se encuentran las mujeres de nuestro país, los avances que se han obtenido en materia de género y los desafíos que se plantean para los próximos años.
¿CÓMO CALIFICAS LOS AVANCES EN MATERIA DE IGUALDAD DE GÉNERO EN EL MUNDO?
No se pude desconocer que la situación de las mujeres en las últimas décadas, ha mejorado bastante, principalmente en los países desarrollados y en aquellos emergentes. Pero eso no quiere decir que la desigualdad de género sea un tema resuelto, por el contrario, esto nos entrega un dato muy concreto: la desigualdad de género es una situación histórica, que afecta con diferentes énfasis a mujeres y hombres en todo el mundo. Y el avanzar en igualdad de género, no sólo beneficia a las mujeres sino que nos permite avanzar en igualdad para toda la sociedad. Que la desigualdad de género sea algo socio-histórico quiere decir que podemos como sociedades cambiar y avanzar hacia el ejercicio de derechos de manera más igualitaria.
Aún hay violencia de género en casi todo el mundo. Por ejemplo, en algunos países se sigue practicando la mutilación de genitales, la lapidación por adulterio, el matrimonio forzado de niñas, la trata de mujeres, la violación no penalizada bajo condiciones particulares, entre otras muchas violentas vulneraciones. Pero por otra parte, si bien en países en desarrollo y países desarrollados hemos avanzado mucho en materia de derechos, aún existen cifras alarmantes de violencia, por ejemplo, según datos del Banco Mundial, en América Latina un 33% de las mujeres ha sufrido violencia física o sexual y la región tiene una de las cifras más altas de feminicidios.
Pero la violencia física contra las mujeres, que deriva en los feminicidios, son el resultado de otro tipo de violencia, me refiero a la violencia simbólica que es cultural. La violencia simbólica se trata de mecanismos principalmente culturales que siguen manteniendo a las mujeres como grupo, en una relación de subordinación. Esto se traduce en hechos concretos que son incuestionables, y que científicamente se han demostrado. Por ejemplo, las mujeres en el mundo, con diferencias entre regiones, siempre tienen una menor participación activa en el mercado laboral. Mundialmente esta participación es de un 50% mientras la de los hombres es de un 77% según cifras de ONU Mujeres. Así mismo, las mujeres que trabajan remuneradamente perciben un 24% menos de ingresos que los hombres en promedio de todo el mundo. Relacionado con las cifras anteriores, según la misma fuente, las mujeres en el mundo tienen menos probabilidades de obtener una pensión en su vejez. Pero por otra parte, sólo un 3% de las mujeres trabajadoras declara que el cuidado de los hijos está a cargo de sus parejas según datos de la OCDE lo que evidencia claramente que ésta función, parece ser una responsabilidad atribuida a las mujeres, a la vez que explica de manera concreta una de las razones por las cual las mujeres tienen mayor dificultad para acceder al mercado laboral.
Si bien muchas mujeres logran trabajar, se debe decir que no es en las mismas condiciones que los hombres. Por ejemplo, no todos los países tienen permiso o licencia por embarazo y maternidad y aunque exista, la mayoría de las veces se castiga la remuneración de quien ha parido. Por ello y por otras razones que tienen que ver con las características que se impulsan a desarrollar en mujeres y hombres, sólo un 13% de los cargos directivos de empresas en el mundo están a cargo de mujeres según datos de la OCDE. Y no se trata de que las mujeres tengan menos capacidades para llegar a esos cargos, se trata de que la carrera para ellas es más difícil, debido a barreras culturales que se imponen. Y por supuesto que si no hay mujeres en cargos directivos, las decisiones más importantes no necesariamente incorporan su mirada. Las cifras en el ámbito público son similares, sólo un 22% de las autoridades ministeriales de la región son de mujeres y un 28% obtienen de participación en los parlamentos de América Latina, según datos de la CEPAL.
¿CÓMO SE ENCUENTRA NUESTRO PAÍS EN COMPARACIÓN A LA SITUACIÓN MUNDIAL?
En nuestro país se han logrado importantes avances, el hecho de tener una presidenta mujer (y que se le llame presidenta y no presidente) es creo, simbólicamente un paso importante. Pero eso no se traduce por ejemplo, en que las mujeres tengan una participación similar a los hombres en cargos de autoridad pública. En el caso de las alcaldías, sólo se alcanza un 13% de mujeres alcaldesas para el año 2012 y sólo son mujeres un 16% del congreso para el 2015, según datos del INE. Donde tenemos mayor participación es en las organizaciones sociales, que aunque sigue siendo bajo el porcentaje, es mayor a los anteriores mencionados con un 27%. Y esto, no es casualidad pues las mujeres culturalmente son asociadas a actividades de cuidado y sociales, siendo menos asociadas a actividades reconocidas como masculinas como las empresas. Esto queda demostrado con los datos de la Tercera Encuesta Longitudinal de Empresas del 2013, donde se señala que sólo el 7% de los dueños de grandes empresas en Chile es mujer.
El problema no es que las mujeres nos dediquemos a otras actividades en el mercado laboral, el problema es que éstas actividades son menos valoradas que las que realizan los hombres y su vez, las mujeres son menos valoradas en funciones asociadas a su género, como también en aquellas funciones asociadas a lo masculino. Objetivamente la brecha salarial en Chile alcanza el 30%, según datos de NESI 2014. Y esto es a través de toda la historia de vida de hombres y mujeres, mientras crecen a ellos se les prepara al rol de proveedor y a ellas se les sigue preparando para el rol del cuidado. Estudios han demostrado que las expectativas de los docentes por ejemplo, son diferentes hacia niñas y niños en las distintas materias, y los libros escolares representan a las mujeres en roles domésticos o de cuidado, mientras los hombres son representados con roles de suficiencia técnica. Algo similar ocurre con los valores que se inculcan en cada género. Preocupante es la situación de los llamados “NINI” que son principalmente mujeres (en un 68%) y se relaciona fuertemente a ingresos y también a embarazo en edad adolescente según datos de la CASEN.
Podríamos continuar dando cifras para evidenciar las diferencias y comprender que éstas no se producen aleatoriamente, sino que por una distinción desigual que hacemos como sociedad respecto a hombres y mujeres, y donde lamentablemente estas últimas quedan en una situación de desventaja y subordinación. Debemos comprender que este no es un tema de menor relevancia, pues el resultado final de la desigualdad es el feminicidio, éste es producto de la desigualdad estructural que tenemos culturalmente. En Chile, ocurrieron 45 muertes de mujeres producto de un feminicidio y 112 fueron frustrados. La violencia física, psicológica y sexual es producto de los paradigmas de género que la sociedad posee, donde las mujeres deben comportarse y ser de una determinada manera, pues cuando no lo son, el sistema les impone barreras y en casos extremos, son agredidas y asesinadas, especialmente cuando las mujeres no fueron o no son lo que en términos de relaciones de pareja, la sociedad determinó que fuesen. Y hablo de sociedad porque la desigualdad de género es responsabilidad de todos.
Afortunadamente en Chile y en el mundo, cada vez hablamos más del tema y muchas mujeres están trabajando para cambiar las cosas, el tema incomoda, genera discusión. Pero siempre los cambios generan incomodidades y es así como se avanza, por supuesto en un marco de respeto y tolerancia por la diversidad de ideas y opiniones.
¿CÓMO DEBERÍA INTEGRARSE EL TEMA DE LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS?
Las políticas públicas tienen mucho que decir, pues deben trascender a una mirada culturalmente sesgada y en base a datos empíricos, velar por el ejercicio igualitario de derechos de todos los habitantes de un país. Hay temas que por sus consecuencias, es de urgencia legislar como por ejemplo el acoso callejero. Tocar a una mujer en la calle o en el transporte, abordar a una mujer por cuadras, sacarle fotografías de sus partes íntimas sin consentimiento, decirle obscenidades en un paradero, son prácticas que deben sancionarse pues lamentablemente detrás de todo esto existe el miedo a la violación y no es un miedo infundado, es un miedo que se corresponde a un delito que puede sucederte en cualquier momento. Por eso es importante que la sociedad comprenda que por ejemplo “toquetear” a una mujer en la calle o en el trasporte público no es solamente “inapropiado” sino que es ilegal, para que las mujeres el día de mañana tengan las herramientas legales para defenderse y sobre todo, para tener menos miedo. Otro aspecto que es importante legislar, es que la violencia intrafamiliar sólo considera relaciones donde haya o haya habido convivencia o hijos. Por ello, la violencia en el pololeo queda muchas veces fuera y muchas mujeres que son acosadas por el “ex” no tienen herramientas para defenderse antes de que ocurra violencia física explícita. También en materia de salud las mujeres cargan con los costos (literalmente) de la parentalidad, al momento de contratar un plan de Isapre como también al momento de tener un hijo, cuando deben renunciar a la totalidad de sus sueldos por ejemplo. O en materia de pensiones, también la diferencia es brutal, pues las mujeres tienen más “lagunas” previsionales que los hombres, generalmente porque interrumpen sus trayectorias laborales al momento de ser madres. Estos
son temas urgentes donde es necesario hacer reformas y legislar en pro de la igualdad porque las consecuencias son altas.
Pero también la responsabilidad de las políticas públicas es generar programas que avancen en igualdad desde un cambio cultural. Promover por ejemplo programas en educación que abran oportunidades a las niñas para desenvolverse de manera libre y empoderada en ámbitos que han sido principalmente para los hombres si así ellas lo desean. Promover programas contra la violencia en los diferentes ámbitos, en la pareja, en la educación, en la ciencia, en el trabajo, en la parentalidad, en la calle, en la sexualidad, etc. Todos los ámbitos sociales están sujetos a la categoría género, pues es una de las variables más influyentes para determinar las trayectorias de vida de las personas y por ello es importante avanzar en políticas públicas que primero: consideren esta variable siempre, y segundo, promuevan cambios a través de incentivos por ejemplo, y sobre todo, educando desde la igualdad de derechos.
¿HACIA DÓNDE DEBEMOS APUNTAR?
Es importante decir que el problema no es la diferencia de roles, el problema es que ésta diferencia sea impuesta culturalmente y las mujeres no tengan (o no tengamos) posibilidad de elegir, sino que más bien “debemos” cumplir con un estereotipo, un deber ser y que ese deber ser sea inculcado en mujeres y hombres de manera arbitraria desde la cuna y a lo largo de toda la vida. La igualdad de género no es contra los hombres, también hay muchos estereotipos sobre la masculinidad que apremian a este género por lo que avanzar en igualdad de género, también abre la puerta a que los hombres puedan desenvolverse con mayor libertad.
Debemos por lo tanto apuntar a cambios culturales porque las diferencias son culturales. Esto no desconoce que existan diferencias naturales entre los sexos, pero estas no tienen por qué determinar las diferencias que hemos comentado pues no justifican de ninguna manera que las mujeres no puedan desempeñarse al igual que los hombres, en otros ámbitos, lleguen a cargos directivos, entre otros ejemplos. Y sobre todo, las diferencias naturales no tienen por qué justificar la existencia de violencia hacia las mujeres (que no solamente viene de hombres, muchas veces también desde las mismas mujeres, por ejemplo, cuando mujeres justifican que hombres violenten a sus parejas por una infidelidad u otro motivo).
Se ha avanzado mucho, pero también queda mucho por avanzar. Lo importante es hacer conciencia para que las mujeres y hombres de las próximas generaciones se desenvuelvan de acuerdo a sus verdaderas capacidades intereses y no porque la sociedad les impone ciertas alternativas y no otras. Hay materias más urgentes como las que comentábamos y materias que además de programas, requieren de complementos legales pero en lo que debemos avanzar es en una mirada integral de los cambios, lo legal es un elemento pero también es importante lo sociocultural, y también los programas que motiven ese cambio cultural. Por ejemplo, si bien los hombres pueden optar a utilizar el post natal extendido, esto en la práctica no sucede frecuentemente pues los salarios de los hombres tienden a ser más altos por lo que renunciar a sus salarios, afecta la decisión de la pareja. Y también se agrega la pregunta, ¿Cómo se vería que una mujer opte por trabajar y un hombre opte por cuidar al bebé? Las reformas deben mirar más allá, debemos avanzar en reformas integrales que se hagan cargo de los múltiples aspectos que tienen los problemas, incluyendo el aspecto sociocultural.
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