La llaman “megasequía”, no sólo porque en algunas zonas del país se inició hace más de seis años, sino porque cubre siete regiones, desde Coquimbo a La Araucanía, donde el déficit de precipitaciones bordea el 30%.
Se produce en la década más seca y cálida registrada, con temperaturas entre 0,5 °C y 1,5 °C sobre el promedio histórico, y ha tenido impactos en la agricultura, el número de incendios y hasta en los nutrientes que llegan de los ríos al mar.
“Cuando uno ve el registro histórico encuentra muy pocos eventos similares, incluso en ciertos lugares no hay ningún análogo a éste”, explica René Garreaud, subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), el mayor centro de estudios sobre el clima en Chile, que está conformado por investigadores de las universidades de Chile, Austral y de Concepción.
El climatólogo es el coordinador del “Informe a la Nación: megasequía 2010-2015, una lección para el futuro”, que este lunes entregarán a la Presidenta Michelle Bachelet. En él explican que previo a este evento, lo más común era sufrir sequías hacia el norte del país, las que duraban unos dos años. “Esta sequía, al menos algunos de los años que la conforman, ha tenido anomalías o déficits prolongados significativos hasta la Región de La Araucanía. No ha sido la peor de todas en intensidad, pero sí la más extensa y prolongada”, dice.
Desde 2002 que no se produce un año con alta precipitación. Esto ha bajado el nivel de agua en los embalses (algunos mantienen déficits de hasta 80%), impactado en la vegetación, aumentado los incendios forestales e incluso disminuido la descarga de nutrientes, como el nitrato y el fosfato, de los ríos a la costa (entre 25% y 75%), indispensable para el crecimiento del fitoplancton, primer eslabón de la cadena trófica acuática.
“Lo que llega al mar no se pierde, como se dice tan ligeramente, el agua dulce alimenta los ecosistemas marinos y cuando se produce sequía o una extracción brutal en los ríos, va a generar problemas en ese ecosistema”, explica José Luis Arumí, hidrólogo de la U. de Concepción.
Más frecuentes
Hace más de mil años, en la época preindustrial, las largas sequías se producían aproximadamente cada 300 años, según el registro que éstas dejaron en los anillos de los árboles.
En el último siglo, la frecuencia de estos fenómenos se fue acelerando y aparecieron cada 50 a 70 años. Pero en el futuro, se espera que esto sea aún más común. De acuerdo al análisis del CR2, la escasez hídrica podría presentarse en Chile cada 20 años hacia 2050, si siguen aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero. Posterior a ese año, la aridización hará que ese estado sea el que prevalezca.
El análisis, realizado por cerca de dos años, señala que la variabilidad natural, o aquellos fenómenos que afectan normalmente las precipitaciones en Chile, como El Niño y la Oscilación Decadal del Pacífico (PDO) no explican el déficit completamente. El cambio climático es culpable de entre un cuarto y un tercio de lo que está ocurriendo.
“Hicimos análisis estadísticos y gran parte de este déficit ha sido por variaciones naturales: años más cercanos a La Niña, ciclo frío de la PDO. Pero si sumas esas cosas explicas no más del 50% a 75%. El 25% es emblemático. Pensamos que en el futuro va a ir siendo más importante”, dice Garreaud.
Esto significa que la precipitación nunca volverá a ser como en los 80 o 90. Habrá años más lluviosos y en algún momento se recuperará parte de ella, pero entre un 10% y 12% ya es irrecuperable.
Los cambios necesarios
Laura Gallardo, directora del CR2, señala que uno de los temas con los que se encontraron en el análisis es la debilidad institucional del país en torno al agua, pues más de 40 instituciones, radicadas en distintos ministerios, están relacionadas de alguna manera. Además de esa fragmentación y descoordinación, muchas aún ven la sequía como fenómeno transitorio, “pero ya no es así, vamos a convivir con ella”, dice.
Reinaldo Ruiz, delegado presidencial para los recursos hídricos, dice que este gobierno comprende que la sequía ya no es sólo una emergencia y que hay que enfrentarla de manera integral. Reconoce que faltan más estudios sobre acuíferos y cuencas, pero dice que además del plan que el Ejecutivo tiene para recuperar y construir embalses, plantas desaladoras y sistemas de cosecha de aguas lluvias, también trabajan en la modificación del Código de Aguas, en permitir reutilizar aguas grises en las casas, por ejemplo, y en una nueva institucionalidad.
“Pronto vamos a presentar un proyecto para reordenar la institucionalidad. Probablemente se va a crear una subsecretaría que va a coordinar, juntar estos servicios muy dispersos en el Estado. La institucionalidad hoy no puede dar una respuesta al momento que estamos viviendo, ni el ordenamiento jurídico, se requiere una reforma integral del agua”, asegura.
También que la propia ciudadanía sea consciente. “Hay que prepararse para el futuro. No estamos hablando de grandes embalses, sino de todas las iniciativas que permitan almacenar agua. La gente tiene que acostumbrarse a que tiene que juntar agua y que la puede reutilizar en varias cosas”, dice.