Una calle desolada, poca iluminación y un contenedor de basura volcado. Bolsas de residuos abiertas y restos desparramados en la acera. ¿Caminaría solo por allí? Puede que su sexto sentido le indique que no.
Pero no es solo el instinto lo que nos impide avanzar por esa vía, hay toda una teoría detrás que desde hace varios años refuerza la idea que tener calles más limpias y ordenadas, espacios públicos iluminados y bien mantenidos pueden desalentar a criminales y pandillas.
Los barrios urbanos de América Latina y el Caribe son el hogar del 70% de los pobres de la región. Allí, donde viven los más pobres, los espacios muchas veces carecen de infraestructura básica, abastecimiento de agua y recolección de residuos.
También se enfrentan a algunos de los más altos índices de delincuencia y violencia en el mundo, con un promedio de 29 homicidios por cada 100.000 personas (en comparación con un promedio mundial de 7 por cada 100.000) y la inexistencia de entornos formales suele crear condiciones favorables para la delincuencia y la violencia.
“Un espacio con desorden y basura es percibido como que no hay personas cuidando ese lugar”, explica John Morton, experto ambiental del Banco Mundial. Así, si un barrio tolera el desorden, ya sea tirar basura o calles sucias, podría producir – hipotéticamente- un ambiente más propicio al crimen. Estas formas de desorden pueden servir como señales a los criminales de que los delitos no serán ni denunciados ni controlados, es decir, que nadie está a cargo. “Es el síntoma y también es parte de la causa; el barrio se advierte como más indefenso”, asegura Morton.
Una reciente experiencia en Kingston, Jamaica es prueba de ello.
Central Village, un barrio que enfrenta altas tasas de criminalidad y desempleo, se propuso limpiar las calles para revalorizar sus espacios públicos. “Había una constante presencia de basura en la comunidad. Eso enviaba una señal de que a nadie le importa el lugar y era una entrada para el vandalismo”, cuenta Mona Sue-Ho, especialista en desarrollo social del Fondo de Inversión Social de Jamaica (JSIF por sus siglas en inglés) que llevó adelante el proyecto con apoyo del Banco Mundial.
Se asfaltaron y arreglaron las calles, se limpiaron los espacios públicos y se instalaron contenedores de basura además de establecer un servicio de recolección.
El proyecto también ayudó a movilizar a la comunidad lo que resultó en nueva iniciativas propuestas por ellos. Surgieron así los guardianes del medio ambiente, que se encargan de mantener la limpieza y de motivar a los vecinos a reciclar y desechar sus residuos apropiadamente. “Me hace sentir bien tener las calles limpias”, dice Tamara Reed, una de las habitantes del barrio.
Asimismo, se despliegan varias iniciativas nacionales de prevención de la violencia y en barrios como Central Village también se llevaron adelante actividades puntuales como programas para desarrollar habilidades, programas de apoyo a las familias y otros, que abordan los múltiples factores de riesgo que provocan el crimen y la violencia.
Vecinos más seguros
Sacar la basura de las calles es parte de una estrategia más amplia llamada “prevención del crimen a través del diseño ambiental”, una metodología canadiense que busca reducir las oportunidades de cometer delitos, así como minimizar el temor de la comunidad a través del diseño de ciudades más seguras. La estrategia tiene que ver con que los vecinos recuperen y se apropien de los espacios públicos. No tiene que ver con “mano dura” sino con la mejora de espacios urbanos.
“Para sentirnos seguros en nuestras ciudades necesitamos recuperar algo que hemos perdido, el contacto humano”, explicó la arquitecta chilena Macarena Rau Vargas, presidenta y fundadora de laCorporación para la Prevención de la Delincuencia Mediante el Diseño Ambiental, durante su última charla TEDX en Argentina. “Necesitamos conectarnos con los vecinos para sentir seguridad”, afirmó.
En el mantenimiento de esos espacios, la gestión de residuos tiene un papel central a través de mejoras en la recolección, la limpieza de las calles, la optimización de contenedores y programas que incentiven la reducción de basura.
Parte de la solución
“Limpiar no va a arreglar todo pero definitivamente ayuda”, dice Morton. Con esto coincide la especialista social y experta en seguridad ciudadana del Banco Mundial, Joan Serra Hoffman: “Mantener los espacios públicos puede aumentar los controles informales, pero es tan solo un aspecto de todo lo que pueden hacer las municipalidades para reducir el crimen y la violencia”.
“El desorden físico es tan solo uno de los síntomas de muchas otras carencias. Esos mismos barrios muchas veces no tienen una escuela secundaria cerca donde los jóvenes puedan estudiar o no hay acceso a servicios básicos”, explica. “No hay una píldora mágica, pero hay evidencia empírica en la región donde estrategias comunitarias en las que se trabaja con los factores que inciden en el crimen y con las familias o poblaciones en riesgo han funcionado”, concluye.
Por esta razón, programas con una mirada holística son clave para la reducción del crimen. Existen, de hecho, iniciativas que involucran la participación de los jóvenes no solo en la gestión de los residuos sólidos en su comunidad sino también como una actividad alternativa al crimen y la violencia.
Uno de ellos es la orquesta de Cateurá de Paraguay. “Este chelo está hecho de una lata de aceite, maderas y una cuchara para hacer ñoquis”, dice Bebi, uno de los de integrantes de la agrupación paraguaya que crea instrumentos musicales a partir de lo que niños y jóvenes considerados en situación de vulnerabilidad encuentran en el vertedero de Cateurá, en las afuera de Asunción.
A pesar de sus escasos recursos, hoy llevan recorridos más de 25 países y fueron teloneros del grupo de rock Metallica. En palabras de Favio Chávez, el director de orquesta: “El mundo nos envía basura, nosotros le devolvemos música”.
María Victoria Ojea es productora online del Banco Mundial
Fuente: www.elpais.com