Tenemos oportunidades sin precedentes – ahora y en el 2015 – para fortalecer la cooperación orientada a enfrentar el cambio climático.
Por un lado, las conversaciones sobre cambio climático que se están realizando en Lima deben hacer avanzar las negociaciones hacia el nuevo acuerdo global sobre el clima, que se concretará en París, a fines del 2015.
Por otro lado, en este momento están realizándose en Naciones Unidas, Nueva York, debates dirigidos hacia una agenda de desarrollo “post 2015”, en la cual será relevante hacer frente a la degradación ambiental. A la vez, en Sendai, Japón, la Tercera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre Reducción de Desastres se realizará el próximo marzo, ésta abordará problemas directamente relacionados con adaptación al cambio climático.
Estas son oportunidades cruciales, ya que el cambio climático plantea un desafío urgente para la reducción de la pobreza en países en desarrollo. Asimismo, el más reciente informe emitido por el Panel Internacional de Asesoramiento Científico sobre CambioClimático, conocido como IPCC por sus siglas en inglés, nos recuerda que la gente más pobre y vulnerable sufre los efectos más duros del cambio climático.
Enfrentar este desafío con decisión requerirá de la colaboración de los sectores público y privado, y del involucramiento de la sociedad civil y de los pueblos autóctonos. A partir de mi trabajo como Administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), una organización que da apoyo a más de 140 naciones para diseñar e implementar sus propias soluciones al cambio climático, sé cuán importante es el rol de las finanzas públicas en el respaldo al desarrollo de buenas políticas y de marcos institucionales y presupuestarios que posibiliten a los países acceder a préstamos e inversiones que impulsen la transición hacia sociedades y economías verdes. También es fundamental que las instituciones sean fuertes, con gerenciamiento financiero transparente.
En Uruguay, por ejemplo, en asociación con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el PNUD ha respaldado al Gobierno para establecer un marco de políticas para los productores de energía independientes en el sector de energía eólica. Esto significa tarifas minoristas más bajas para los consumidores, oportunidades de inversión para el sector privado, y una confiable fuente de energía de baja emisión que ayuda a los países en su camino hacia un desarrollo bajo en emisiones de carbono.
El rol transformador que el sector privado puede desempeñar también contribuye a que se aborde el cambio climático y la reducción de la pobreza a nivel global. Este año, en la Cumbre del Clima del Secretario General de Naciones Unidas, el PNUD impulsó que más de 170 gobiernos, compañías, organizaciones de la sociedad civil y comunidades autóctonas endosaran la Declaración de Nueva York sobre Bosques que apunta a cortar a la mitad la pérdida de bosques naturales para el 2020, y a eliminarla una década más tarde. Gigantes del negocio del agro, tales como Cargill y Wilmar, han adoptado políticas de cero deforestación con efecto inmediato, y la industria de bienes de consumo en su totalidad se ha comprometido a la deforestación cero para el año 2020.
Asociaciones como éstas, líderes en el involucramiento de todas las partes interesadas, pueden tener un impacto transformador para promover el desarrollo y la prosperidad sostenibles.
En el 2015, debemos utilizar todas las oportunidades disponibles para profundizar y expandir la colaboración destinada a incrementar los enfoques probados hacia bajas emisiones de carbono, el desarrollo resiliente al clima y a promover innovaciones que ayudarán en la construcción de un mundo más sostenible para todos y todas.
Fuente: http://www.revistahumanum.org/